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¿Es dolorosa la cirugía maxilofacial? Todo lo que debes saber

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Hablar de cirugía maxilofacial genera en muchos pacientes una inmediata preocupación: el dolor. La sola idea de una intervención quirúrgica en el rostro, cerca de los huesos del cráneo, mandíbula o articulación temporomandibular (ATM) puede despertar ansiedad incluso antes de pisar una consulta. Pero, ¿qué tan dolorosa es realmente una cirugía maxilofacial? ¿Cuánto dura esa molestia? ¿Qué se siente en el posoperatorio? Y sobre todo, ¿cómo se puede controlar?

Estas preguntas no solo son válidas, sino necesarias, especialmente cuando se trata de procedimientos que pueden cambiar no solo la funcionalidad oral, sino también la calidad de vida y la autoestima del paciente. Aunque la palabra “cirugía” suele asociarse con dolor, la realidad clínica, respaldada por evidencia científica y la experiencia de cirujanos especializados, muestra un panorama mucho más esperanzador.

Según el Dr. Juan Antonio Hueto, jefe del Servicio de Cirugía Oral y Maxilofacial del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau en Barcelona, “los avances anestésicos y de técnicas mínimamente invasivas han hecho que hoy una cirugía maxilofacial no sea necesariamente sinónimo de dolor intenso. La mayoría de nuestros pacientes reportan molestias leves a moderadas, perfectamente manejables con analgésicos comunes”.

En ese mismo sentido, la Asociación Americana de Cirujanos Maxilofaciales (AAOMS, por sus siglas en inglés) establece en sus guías clínicas que “la cirugía maxilofacial, cuando es realizada bajo los estándares actuales de anestesia general o sedación consciente, no implica dolor durante el procedimiento, y el dolor postoperatorio puede ser significativamente controlado con una adecuada medicación y cuidados”.

¿Qué tipo de cirugías maxilofaciales existen y cómo influye eso en el dolor?

La cirugía maxilofacial no es un procedimiento único. Es un campo amplio que abarca intervenciones que van desde la extracción de muelas del juicio con raíces impactadas, hasta complejas reconstrucciones mandibulares, cirugías ortognáticas para corregir mordidas severas, o tratamientos para quistes, tumores, trauma facial y trastornos articulares de la ATM.

Cada una de estas intervenciones tiene una complejidad distinta, y por ende, el nivel de molestia que puede esperarse también varía. Sin embargo, hay un patrón común: durante la cirugía, el paciente no sentirá dolor. Y una vez terminado el procedimiento, el manejo adecuado de la recuperación es clave para que ese dolor no se convierta en un obstáculo.

“El dolor en cirugía maxilofacial suele ser más controlable de lo que la mayoría de los pacientes cree”, afirma el Dr. Camilo Herrera, cirujano oral y maxilofacial adscrito a la Sociedad Colombiana de Cirugía Maxilofacial. “La inflamación, los hematomas y la dificultad para masticar los primeros días son normales, pero con una buena planificación preoperatoria y seguimiento posterior, se logra una recuperación sin traumas”.

En Clínica Loyola, este acompañamiento postoperatorio es parte fundamental del proceso. Desde el primer día se diseña un plan de control del dolor con base en el tipo de cirugía, el historial médico del paciente y su umbral de sensibilidad. Esto incluye desde medicamentos de acción prolongada hasta indicaciones de frío local, dieta blanda y monitoreo constante.

¿Es dolorosa la cirugía maxilofacial? Control del dolor antes, durante y después de la intervención

Antes de la cirugía: el papel de la anestesia y la preparación emocional

El dolor suele instalarse primero en la imaginación. Cuando un paciente escucha por primera vez que necesita una cirugía maxilofacial, es común que lo primero que piense sea en el dolor que podría sentir. No importa si se trata de una extracción compleja, una intervención para corregir una mandíbula desviada o una reconstrucción tras un trauma: el temor al dolor se convierte, muchas veces, en una barrera para dar el paso.

Pero la ciencia, la experiencia médica acumulada y los avances en técnicas anestésicas han transformado por completo el panorama. “El control del dolor empieza mucho antes de entrar a quirófano”, afirma el Dr. Federico Hernández Alfaro, director del prestigioso Instituto Maxilofacial de Barcelona. “Cuando el paciente comprende lo que va a pasar, cómo va a ser manejado su caso y qué molestias podría experimentar, su ansiedad disminuye. Y cuando baja la ansiedad, baja también la percepción del dolor”.

El primer alivio llega desde el tipo de anestesia. En cirugías maxilofaciales modernas, se utiliza anestesia general o sedación consciente profunda. Es decir, el paciente no está despierto, no oye, no ve, no siente. Y, cuando despierta, lo hace con un protocolo analgésico ya activo en su cuerpo, que previene el dolor incluso antes de que aparezca.

Clínica Loyola lo tiene claro: la preparación es tan importante como el bisturí. Por eso, cada caso es abordado desde un enfoque integral que incluye no solo la valoración médica y anestésica, sino también el acompañamiento emocional del paciente. La experiencia en quirófano empieza días antes, con una cita donde se resuelven dudas y se explica paso a paso lo que va a ocurrir. Y eso —aunque suene simple— marca la diferencia.

Durante la cirugía maxilofacial: cero dolor, monitoreo constante

En este punto la respuesta es directa y tranquilizadora: no, la cirugía maxilofacial no duele mientras se realiza.

Así lo confirma la American Society of Anesthesiologists (ASA), que en su guía para cirugías orales y craneofaciales asegura que “la administración adecuada de anestesia general o sedación intravenosa permite que el paciente no tenga ninguna percepción de dolor ni consciencia durante el procedimiento”.

El Dr. Luis Felipe González, anestesiólogo con más de 15 años de experiencia en procedimientos maxilofaciales, lo explica de forma aún más clara: “El paciente entra dormido y sale dormido. Nuestra función es evitar que tenga cualquier registro consciente o sensación desagradable. Cuando despierta, ya está recibiendo medicamentos para que no sienta dolor en las horas siguientes”.

En quirófano, todo está calibrado. Monitores de signos vitales, bombas de infusión con dosis exactas, vigilancia constante. Lo que podría parecer un procedimiento invasivo para quien está afuera, en realidad se convierte en una experiencia sin memoria para quien está en la mesa. Y eso, en términos de trauma emocional y físico, es una enorme ganancia.

Después de la cirugía: ¿cuánto dura el dolor y cómo se controla?

La pregunta no es si va a doler, sino cómo será ese dolor y cómo se puede manejar.

El dolor postoperatorio existe, sí. Pero, en la gran mayoría de los casos, es leve o moderado y dura pocos días. El mayor pico suele ocurrir entre las primeras 24 a 48 horas, y a partir de ahí comienza a disminuir con ayuda de medicamentos, reposo, frío localizado y alimentación blanda.

La Dra. Carolina Tinjacá, cirujana maxilofacial con trayectoria académica en la Universidad El Bosque, lo describe así: “Más que dolor, lo que sienten los pacientes es una combinación de presión, inflamación y sensibilidad. Son sensaciones incómodas, pero manejables. No es un dolor que te impida dormir o hablar si estás siguiendo bien el tratamiento”.

Es decir, aunque el rostro puede verse inflamado, los moretones pueden asustar y la movilidad esté reducida, eso no se traduce en dolor incapacitante. La clave está en seguir un protocolo estricto y personalizado, como el que ofrece Clínica Loyola:

  • Prescripción de analgésicos y antiinflamatorios adaptados al historial clínico del paciente.
  • Indicaciones precisas de aplicación de frío en intervalos.
  • Plan de alimentación blanda para evitar tensión en la mandíbula.
  • Activación temprana del movimiento para evitar rigidez articular.
  • Seguimiento médico (presencial o virtual) para ajustar el tratamiento si es necesario.

Carolina Estupiñán, una paciente que se sometió a una cirugía ortognática en Bogotá, lo resume con una frase que muchos repiten después de vivir la experiencia: “Me dolió menos de lo que imaginaba. Fue más molestia que otra cosa. Si uno sigue lo que le dicen, todo pasa muy rápido”.

¿Es dolorosa la cirugía maxilofacial? Depende del tipo de procedimiento

No todas las cirugías maxilofaciales duelen igual

La cirugía maxilofacial no es un concepto único. Hay múltiples procedimientos que se agrupan bajo este nombre y que difieren entre sí en duración, técnica, profundidad y complejidad. Y, con ellos, también cambia la forma en que se experimenta el dolor postoperatorio.

“Generalizar el dolor de la cirugía maxilofacial es tan impreciso como hablar del dolor de una cirugía sin saber de cuál se trata. No es lo mismo una extracción compleja de un molar retenido que una cirugía ortognática bimaxilar”, explica el Dr. Jordi Serra, especialista en cirugía maxilofacial del Hospital Clínic de Barcelona. “Lo que podemos decir es que, con una buena planificación, el dolor siempre se puede anticipar y controlar”.

Los especialistas coinciden en que la intensidad del dolor no está necesariamente relacionada con lo aparatosa que luzca la cirugía, sino con factores como la extensión de la inflamación, el nivel de compromiso óseo y la proximidad a estructuras nerviosas.

A continuación, revisamos los tipos más comunes de cirugías maxilofaciales y qué esperar de cada una en términos de molestia y recuperación.

Extracción de terceros molares incluidos (muelas del juicio)

Es, quizás, la cirugía maxilofacial más común entre jóvenes y adultos. La extracción de cordales retenidas puede parecer menor, pero cuando las raíces están impactadas o cercanas al nervio dentario inferior, se requiere una intervención más profunda.

“En estos casos, el dolor postoperatorio puede ser moderado, sobre todo si hay que cortar encía y hueso para liberar el diente. Pero sigue siendo un dolor manejable con antiinflamatorios y frío local”, explica la Dra. Martha Reyes, cirujana oral del Hospital Universitario San Ignacio.

Generalmente, las molestias duran entre tres y cinco días, con máxima inflamación en el segundo día. Comer, hablar y dormir pueden ser incómodos, pero no insoportables. La gran mayoría de pacientes retoma su rutina en menos de una semana.

Cirugía ortognática: corrección de mandíbula y mordida

Este tipo de cirugía busca alinear la mandíbula superior e inferior para corregir mordidas severas, asimetrías faciales o apnea del sueño. Es una de las intervenciones más complejas en cirugía maxilofacial, y por lo tanto, la recuperación también es más lenta.

Pero eso no significa que sea dolorosa.

“Hoy podemos hacer cirugía ortognática sin dolor agudo. Lo que más reportan los pacientes es una sensación de presión, congestión, inflamación y hormigueo por varios días o semanas”, señala el Dr. Juan Fernando Uribe, especialista en ortodoncia quirúrgica y cirugía ortognática en Medellín.

En estas cirugías se usan placas de titanio para fijar los huesos reposicionados, y muchas veces se combina con ortodoncia. El control del dolor se realiza con analgésicos de liberación prolongada, corticoides y terapias complementarias.

El paciente puede tardar más de 15 días en volver a su rutina normal, pero la sensación de dolor intenso suele estar ausente. Lo que prevalece es el compromiso funcional (hablar, masticar, dormir), más que un dolor físico persistente.

Cirugía para quistes, tumores benignos o lesiones óseas

Cuando se deben remover quistes maxilares o tumores benignos, la cirugía puede implicar cortes más profundos en el hueso, especialmente si la lesión está cerca del seno maxilar o en la base de la mandíbula. Estos casos requieren anestesia general y una recuperación más vigilada.

“El dolor postoperatorio se anticipa con una mezcla de analgésicos, pero también antibióticos y antiinflamatorios fuertes, porque aquí hay un riesgo mayor de infección secundaria”, comenta el Dr. José Luis Ceballos, profesor en la Universidad Complutense de Madrid.

Este tipo de cirugías puede generar incomodidad más prolongada, especialmente si hay drenajes o suturas extensas. Sin embargo, la mayoría de pacientes no reporta dolor crónico, y con seguimiento médico estricto, el malestar es transitorio.

Cirugía por trauma facial

En pacientes que han sufrido fracturas por accidentes (caídas, golpes, accidentes de tránsito), el abordaje maxilofacial puede implicar reconstrucción de la órbita ocular, el pómulo, la nariz o la mandíbula. Son procedimientos que no solo buscan recuperar función, sino también estética.

En estos casos, el control del dolor se convierte en una prioridad hospitalaria. Se utilizan anestésicos potentes, sedación postoperatoria y monitoreo en UCI si es necesario.

“La percepción del dolor en cirugías por trauma está muy mediada por el estado emocional del paciente. El shock, el miedo o la ansiedad agravan la sensación de molestia. Por eso, un buen acompañamiento psicológico también es parte del tratamiento del dolor”, afirma la Dra. Natalia Fandiño, cirujana maxilofacial y especialista en dolor del Hospital Universitario La Paz, en Madrid.

Cirugía de la ATM (articulación temporomandibular)

Una de las cirugías más temidas por los pacientes, pero también una de las que menos dolor genera si se realiza correctamente.

La cirugía de la ATM se realiza en casos de disfunción severa de la articulación mandibular: bloqueos articulares, dolor crónico, ruidos articulares, o luxaciones. Hay procedimientos mínimamente invasivos como la artrocentesis o la artroscopia, y otros más complejos como la artroplastia o la sustitución protésica.

“La artroscopia de la ATM es un procedimiento que dura menos de una hora y cuyo postoperatorio es mucho más suave de lo que la gente cree”, explica la Dra. Mónica Díaz, especialista en cirugía temporomandibular en Bogotá. “En 48 horas el paciente ya puede mover la mandíbula con menos dolor que antes”.

Preguntas frecuentes

¿Qué tan fuerte es el dolor después de una cirugía maxilofacial?

La mayoría de los pacientes describen el dolor como molestia moderada o sensación de presión, más que como un dolor agudo o insoportable. En palabras de la Dra. Diana Salazar, cirujana maxilofacial del Hospital San Vicente Fundación de Medellín, “el dolor es similar al que se puede tener después de una extracción dental complicada: manejable, predecible y que disminuye progresivamente con el tratamiento adecuado”. Lo más importante es no esperar a que el dolor aparezca para tomar los medicamentos. El tratamiento se inicia de forma preventiva, incluso desde el quirófano, para que el paciente se despierte ya cubierto por analgésicos. De ahí en adelante, el protocolo continúa con fármacos cada 6 u 8 horas según lo indique el profesional.
El pico de incomodidad suele darse entre el segundo y el tercer día posterior a la cirugía, y disminuye gradualmente. En la mayoría de procedimientos, las molestias desaparecen casi por completo al cabo de 5 a 7 días. En casos más complejos, como la cirugía ortognática o la corrección de fracturas, puede haber una sensación de tensión o pesadez por un par de semanas, pero esto no implica un dolor constante. Además, existen opciones terapéuticas como el drenaje linfático, la fisioterapia postquirúrgica y la rehabilitación oral que favorecen la recuperación.
Depende del tipo de intervención. En cirugías menores (extracciones, artroscopias, quistes), el paciente puede hablar desde el primer día, aunque es recomendable hacerlo con suavidad y evitar esfuerzos innecesarios. En cirugías ortognáticas, donde se reposicionan estructuras óseas, es posible que la movilidad esté limitada durante los primeros días. “No se trata de que no se pueda hablar, sino de que hay que hacerlo con cuidado, despacio y con frases cortas. Poco a poco, la apertura oral se va normalizando”, indica la Dra. Laura Gaitán, especialista en cirugía maxilofacial reconstructiva.

El manejo farmacológico es el principal recurso en los primeros días, pero no es el único. En Clínica Loyola se complementa con estrategias no invasivas que ayudan a mejorar la sensación de bienestar:

  • Aplicación intermitente de compresas frías en la zona inflamada.
  • Reposo en posición semisentada, que facilita el drenaje de líquidos y reduce la presión.
  • Alimentación blanda, fría o tibia, que evita irritación en tejidos internos.
  • Ejercicios suaves de movilidad mandibular cuando el especialista lo indique.
  • Ambiente tranquilo, sin estímulos excesivos, que favorezca el descanso.

Este enfoque permite que muchos pacientes no necesiten escalar a medicamentos opioides, reduciendo riesgos y efectos secundarios.

Es muy poco frecuente, pero si el dolor no cede con la medicación habitual, es fundamental comunicarlo inmediatamente al cirujano tratante. Puede tratarse de una complicación como infección, acumulación de líquido (seroma), irritación nerviosa o tensión muscular.

El protocolo de Clínica Loyola contempla este escenario con consultas de control anticipadas, atención disponible 24/7 vía telefónica o virtual y la posibilidad de ajustar el tratamiento en caso de ser necesario.

Sí, y este punto es clave. El dolor no es solo físico, también es emocional. Las personas que llegan muy tensas, temerosas o con experiencias previas negativas suelen percibir más dolor que quienes están tranquilas y bien informadas.

Por eso, la educación prequirúrgica es tan relevante. “Cuando el paciente entiende el paso a paso, se siente parte activa del proceso y no víctima de él. Eso lo empodera y mejora su tolerancia al dolor”, afirma la psicóloga clínica Sandra Poveda, quien trabaja con pacientes quirúrgicos en procesos de ansiedad y manejo del miedo.

En estos casos, puede ser útil considerar un acompañamiento psicológico breve antes de la cirugía, que ayude a reducir el nivel de alerta anticipatoria. Dormir bien la noche anterior, llegar acompañado y respirar profundamente también suma.

Mitos y verdades

Mito 1: “Como es en la cara, va a doler muchísimo”

Verdad 1: “El dolor se controla mejor si se siguen todas las indicaciones”

Mito 2: “Me va a doler apenas me despierte de la anestesia”

Verdad 2: “La inflamación no significa que algo va mal”

Mito 3: “Los medicamentos no sirven si el dolor es muy fuerte”

Verdad 3: “El miedo puede aumentar la percepción del dolor”

Conclusiones y dónde encontrar una recuperación sin miedo

Hablar de cirugía maxilofacial sin hablar de dolor es imposible. Pero entender cómo se controla, cuánto dura y qué tan preparado está el equipo médico para acompañar el proceso, lo cambia todo.

No, la cirugía maxilofacial no es sinónimo de sufrimiento. Gracias a los avances en anestesia, a las estrategias de analgesia preventiva y al acompañamiento clínico adecuado, hoy es posible operarse sin miedo, sin angustia y con dolor perfectamente controlado.

La mayoría de pacientes que han pasado por procedimientos maxilofaciales complejos coinciden en lo mismo: “me dolió menos de lo que pensaba”. Porque el dolor sí se anticipa. Porque la experiencia está planificada. Porque el acompañamiento —cuando es personalizado y humano— marca la diferencia.

Las sensaciones más comunes después de la cirugía suelen ser presión, inflamación, cansancio o restricción de movimiento, pero no un dolor insoportable. Y esto es válido incluso para intervenciones complejas como cirugías ortognáticas o reconstrucciones mandibulares. La recuperación está más en la constancia del autocuidado que en la intensidad del procedimiento.

Hoy, con protocolos modernos, con profesionales formados en el exterior, con acceso a anestesia avanzada y seguimiento continuo, la pregunta ya no debería ser si duele… sino a quién confiarle esa cirugía para que duela lo menos posible.

En Clínica Loyola, el dolor no será lo que más recuerdes

En Clínica Loyola, somos profesionales en Odontología, Ortodoncia invisible, implantes dentales, cirugía plástica, medicina estética y mucho más.

Si estás pensando en realizarte una cirugía maxilofacial y el miedo al dolor es lo que más te detiene, en Clínica Loyola te acompañamos para que ese temor no te paralice.

Con más de 33 años de experiencia y sedes en Bogotá, Medellín, Bucaramanga y Fusagasugá, contamos con especialistas en cirugía maxilofacial altamente calificados, anestesiólogos certificados y un modelo de atención centrado en el bienestar del paciente desde la primera consulta hasta la recuperación final.

En Loyola, cada paso está pensado para cuidarte: diagnóstico preciso, tecnología de última generación, protocolos analgésicos modernos y un equipo humano dispuesto a resolver tus dudas antes, durante y después de la intervención.

Porque sabemos que una cirugía no empieza en el quirófano, sino en tu tranquilidad.

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Clínica Loyola, lo hacemos todo por verte sonreír.

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